Nació entre los años 1450 y 1451 según los documentos últimamente descubiertos en Génova. El padre de Colón ejerció el oficio de cardador (limpiador) de lana, que era en su tiempo una profesión liberal y casi noble, y como la fortuna le fue adversa, tuvo que emprender algunos pequeños negocios, tales como un establecimiento de quesos y otros semejantes para proporcionarse medios de subsistencia.
Cristóbal, que no sentía ninguna vocación por el oficio de su padre, sabía leer y escribir siendo aún muy niño; después aprendió latín, aritmética, dibujo y pintura. Concurrió algún tiempo a la Universidad de Pavía, donde, siguiendo su inclinación por las ciencias útiles para la vida marítima, estudió geometría, geografía, astronomía y el arte de navegar.
Entró al servicio de un famoso marino, que combatía a menudo con los turcos y venecianos, y a su lado se perfeccionó en el arte de la navegación, acostumbrándose a los peligros de las guerras.
Fue un desastre lo que arrojó a Colón a las islas de Portugal, donde podría realizar sus grandiosos proyectos. Cristóbal Colón se casó con la hija de Bartolomé Perestrello, colonizador y gobernador de Puerto Santo, y con éste pasó a aquella isla, donde le sería más fácil dedicarse a los estudios de su preferencia.
Muerto su suegro, Colón estudió los papeles, mapas, diarios y apuntes que dejó aquel distinguido navegante. Se naturalizó en Portugal y tomó parte en varias expediciones por la costa de Guinea, adquiriendo así mayor práctica de la navegación.
Habitó algún tiempo en la Isla de Puerto Santo, donde su mujer tuvo un hijo al que llamaron Diego y allí, frente a la inmensidad del océano, debió germinar en su mente la idea de encontrar la India navegando hacia Occidente. Las noticias que recibía de los viajeros que llegaban de Guinea, los relatos de los navegantes portugueses y el examen de la obra de Pedro de Ailly, en que se afirmaba la existencia de desconocidas tierras en Occidente también fueron poderosos motivos.
Para entonces ofreció sus servicios a Juan II, quien acababa de subir al trono de Portugal, para llegar a las Indias por la vía de Occidente. El rey sometió el proyecto a una comisión de astrónomos que lo rechazó unánimemente como absurdo. Viudo ya Colón, cargado de deudas y careciendo de lo más necesario para la vida, salió secretamente de Lisboa para dirigirse a España, donde comenzó una dolorosa peregrinación pidiendo ayuda para su proyecto, sin obtener mejores resultados que en Portugal.
Volvió a España después de algunos viajes, donde a fuerza de instancias y súplicas, supo inspirar al alma grande de Isabel la Católica. Consiguió, al fin, después de la conquista de Granada, que se le confiara una escuadrilla compuesta de tres carabelas: la "Santa María", la mayor de todas, mandada por el propio Colón que había sido nombrado almirante; la "Pinta", la más ligera, a cargo de Martín Alonso Pinzón, y la "Niña", de velas latinas al mando de Vicente Yáñez Pinzón.
El 13 de agosto de 1492 partió la escuadrilla de Puerto de Palos en un viaje tan largo. La madrugada del viernes 12 de octubre de 1422, se descubría, no las Indias que buscaba Colón, sino un nuevo continente, que después se llamó América.
El viaje de vuelta fue más desgraciado que el de ida y Colón, obligado por la dureza de los temporales, tuvo que desembarcar en las Azores. Otra tempestad le obligó a arribar a Lisboa y, como si no bastaran los obstáculos opuestos por la naturaleza, estuvo cerca de ser asesinado en Portugal. Finalmente llegó a España el 15 de marzo del mismo año, donde recibieron a Colón con gran júbilo. De inmediato se puso en camino hacia Barcelona para encontrarse con los reyes.
A mediados de abril llegó Colón a Barcelona. Aquel mismo año, emprendió el segundo viaje, en que descubrió Jamaica, Guadalupe y otras islas, y exploró Cuba, comenzando así la colonización. Tres años empleó en su segundo viaje, regresando a España en 1496.
Para 1498 volvió a los países descubiertos. Recorrió las costas de América, desde el Orinoco hasta Caracas y tuvo que reprimir sediciones y enviar a España a varios descontentos que dieron lugar, con sus calumnias, a las acusaciones de sus enemigos y de los envidiosos. Los reyes católicos decidieron nombrar al comendador don Francisco de Bobadilla para que investigara todo lo que fuera cierto acerca de que Colón practicaba la barbarie. Aquel hombre violento y brutal cometió la infamia de enviar a Europa preso y cargado de cadenas al gran navegante, a quien España debía un nuevo mundo. Ni Fernando ni Isabel aprobaron el proceder de Bobadilla; mandaron que Colón fuera puesto de inmediato en libertad.
Aún pudo Colón emprender un nuevo viaje en 1502, pero, como le fue prohibido tocar tierra en la Nueva España, se vio obligado a vagar por aquellos mares que descubriera su audacia, sin tener un asilo en aquel lugar, cuya existencia sólo él había presentido. Obligado por las tempestades y no pudiendo refugiarse en ningún puerto amigo tuvo que hacerlo en una de las bahías de Jamaica. Cuando regresó a España había muerto su protectora, la reina Isabel, por tanto, don Fernando no hizo caso de sus súplicas y reclamaciones, y el descubridor de América murió en Valladolid el 20 o 21 de mayo de 1506, ignorante de la verdadera grandeza de su descubrimiento.
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